VCF 3 - ATB 2 | Un respiro in extremis

Ya se habrá dicho todo sobre el partido de ayer. Por eso voy a especular sobre lo que sintió el omnipotente SuperPresidente Llorente (suena como el Superintendente Vicente, y da para un cómic de Ibañez) en su trono de Mestalla. La victoria era, si no imprescindible, muy necesaria para dar aire al proyecto Pellegrino. Pero casi hasta el final se mascó una derrota durísima. Llorente lo pasó mal, muy mal. Durante los minutos eternos en que se cernía la derrota sufría como pocos. Contratar un entrenador del que sólo tiene referencias de amigachos y ninguna certeza, es arriesgado, muy arriesgado, más cuando puedes fichar a otros con capacidad demostrada, y lo sabe. Tendrá sus razones, él sabrá cuáles porque no ha dado muchas explicaciones, pero las habrá, más o menos comprensibles, justificadas... o no. Pero ayer tuvo que escuchar los primeros cánticos dirigidos a él y no a otro, a él. La derrota suponía un palo tremendo, las dudas se empezaban a convertir en certezas, y la afición, harta ya, no puede culpar a Pellegrino sino al que le ha puesto al mando de un camión articulado con el carnet de ciclomotor. Ayer sudaba previendo la tesitura de salir a calmar los ánimos o callar y aguantar el chaparrón, pero en el horizonte estaba el partido contra el Bate Borisov, y otra derrota le ponia directamente en la obligación de comenzar la ceremonia habitual de ratificaciones con la espada de Damocles sobre él. Pero, milagro, como dijo Pellegrino, las cosas pueden cambiar de un momento a otro, y lo que es negro volverse blanco, o gris clarito al menos. Con el Golazo de Valdez pasó eso, un milagro, y el enorme respiro que dio Llorente despeinó a más de uno en tribuna. El SuperPresidente sigue tranquilo en su trono dorado.