Y llega
Salvo, el tío, el populista, y decide que, aunque le queden pocos años, el
viejo Mestalla no se conforma con su triste ocaso, y saca dinero para pintar
las sillas con spray de colores haciendo dibujos y filigranas, quita toda la
publicidad obsoleta y la cambia por paneles nuevos, da una buena mano de
pintura muy llamativa a la vieja estructura de cemento, y, como punto
final, manda decorar el exterior con lonas muy vistosas, llenas de
colorido y recuerdos, una nueva y bonita piel para el viejo
mamotreto. Hasta se saca de la manga un enorme murciélago reinando en la
fachada de la avenida de Aragón, el del escudo casi centenario, un impactante
toque final. Además se trabaja el tema de palcos de empresa y Vips, y no sé
cuántas cosas más, Y los aficionados, tan resignados ya como el propio
estadio, nos quedamos patidifusos, sorprendidos por lo bonito que ha quedado.
Cuando
Salvo se metió en semejante berenjenal, algo que no había hecho nadie,
sinceramente pensé que Mestalla podría acabar pareciendo una de esas ancianas
que se resisten a serlo y se pintarrajean la cara de forma ridícula intentando
esconder, sin conseguirlo, su vejez y sus arrugas. Pero no, ni mucho
menos. Con poco más que algo de pintura, envoltorio y atrezzo, el viejo
Mestalla es ahora, probablemente, uno de los estadios más bonitos de España,
siendo como es el decano de 1ª división. Salvo y sus asesores han convertido
el viejo y casi vergonzante estadio en un prodigio estético, algo muy
atractivo, precioso se mire desde donde se mire, un estadio del que sentirnos
muy orgullosos.
Desde luego
la estructura, sus embudos y la incomodidad de la grada y las entrañas seguirá
igual, eso no se puede cambiar. Pero la diferencia estética es abismal, el
cambio es increíble. El mismo estadio, el mismo templo feo, añejo y achacoso,
luce ahora orgulloso sus mejores galas para disfrutar de sus últimos años
y decir adiós con honor y un punto de vanidad. Y todo gracias al impulso
renovador e inconformista de Amadeo Salvo, ese tipo al que todos los que
llamaron ‘pinta sillas’ no tienen ahora más remedio que aplaudir.
Yo, reconocido ‘cartulinero’, desde luego lo hago. Gracias
Amadeo, Mestalla se lo merecía.