jueves, 27 de noviembre de 2014

Mestalla se lo merecía

Mestalla está dotado de alma, el alma de toda la historia que allí se ha escrito y la de tantos aficionados que han pasado por sus gradas. Pero, con la esperanza de mudarnos algún día al nuevo, nos habíamos casi resignado ya a un estadio realmente decrépito. Tras muchos años yendo a Mestalla cada partido, todos y cada uno de los asiduos nos habíamos acostumbrado un estadio viejo, sucio, incómodo y feo, algo que suponíamos inevitable por su avanzada edad y pocas expectativas de futuro. Sentado en la grada no está tan mal, con la iluminación artificial o a pleno sol, viendo el césped y disfrutando del fútbol, solo la incomodidad es patente. Pero por fuera el viejo templo era simplemente una pena, casi una ruina, un estadio color cemento viejo y ajado, como un edificio de régimen comunista tras el telón de acero, con las entrañas corroídas de miseria y hasta llenas de escombros visibles con solo asomarse un poco por cualquier sitio, incluso por dentro de las gradas ‘nuevas’ del buñuelo de Roig.

Y llega Salvo, el tío, el populista, y decide que, aunque le queden pocos años, el viejo Mestalla no se conforma con su triste ocaso, y saca dinero para pintar las sillas con spray de colores haciendo dibujos y filigranas, quita toda la publicidad obsoleta y la cambia por paneles nuevos, da una buena mano de pintura muy llamativa a la vieja estructura de cemento, y, como punto final, manda decorar el exterior con lonas muy vistosas, llenas de colorido y recuerdos, una nueva y bonita piel para el viejo mamotreto. Hasta se saca de la manga un enorme murciélago reinando en la fachada de la avenida de Aragón, el del escudo casi centenario, un impactante toque final. Además se trabaja el tema de palcos de empresa y Vips, y no sé cuántas cosas más, Y los aficionados, tan resignados ya como el propio estadio, nos quedamos patidifusos, sorprendidos por lo bonito que ha quedado.

Cuando Salvo se metió en semejante berenjenal, algo que no había hecho nadie, sinceramente pensé que Mestalla podría acabar pareciendo una de esas ancianas que se resisten a serlo y se pintarrajean la cara de forma ridícula intentando esconder, sin conseguirlo, su vejez y sus arrugas. Pero no, ni mucho menos. Con poco más que algo de pintura, envoltorio y atrezzo, el viejo Mestalla es ahora, probablemente, uno de los estadios más bonitos de España, siendo como es el decano de 1ª división. Salvo y sus asesores han convertido el viejo y casi vergonzante estadio en un prodigio estético, algo muy atractivo, precioso se mire desde donde se mire, un estadio del que sentirnos muy orgullosos.

Desde luego la estructura, sus embudos y la incomodidad de la grada y las entrañas seguirá igual, eso no se puede cambiar. Pero la diferencia estética es abismal, el cambio es increíble. El mismo estadio, el mismo templo feo, añejo y achacoso, luce ahora orgulloso sus mejores galas para disfrutar de sus últimos años y decir adiós con honor y un punto de vanidad. Y todo gracias al impulso renovador e inconformista de Amadeo Salvo, ese tipo al que todos los que llamaron ‘pinta sillas’ no tienen ahora más remedio que aplaudir.


Yo, reconocido ‘cartulinero’, desde luego lo hago. Gracias Amadeo, Mestalla se lo merecía.

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