miércoles, 2 de enero de 2013

Tidus ha muerto

Empezar así el año no solo es desagradable, es amargo como la hiel. Tidus, el pobre perro al que unos sádicos malnacidos quemaron vivo en Benimamet, ha muerto. No pudo superar las terribles secuelas de las gravísimas quemaduras y supongo que los veterinarios se habrán visto obligados a practicarle la eutanasia para que dejara de sufrir. Me cuesta seguir, me duele tanto como si fuera mi propio perro, y hace que me hierva la sangre.

Hay gente sin sensibilidad alguna, psicópatas que no sienten nada ante el dolor ajeno, sádicos que se ceban con pobres animales indefensos porque saben que si lo hacen con sus semejantes serían tratados como delincuentes, cuando así se da una importancia tangencial y pueden escapar sin excesivos problemas caso de ser identificados.

Y es inaceptable. Alguien capaz de cometer tal aberración es tan delincuente si lo hace a una persona como a un animal indefenso, y debería ser tratado igual. La administración debe detener a los culpables y hacerles pagar caro su sadismo. Sólo así, sabiendo que serían realmente perseguidos por la Ley, podría evitarse. Porque el de Tidus es solo un caso entre millones. La violencia contra los animales es algo desgraciadamente habitual y casi aceptado por la sociedad como inevitable en el mejor de los casos.

Una indiferencia indignante.  Una sociedad capaz de dejar impunes hechos tan crueles y salvajes, o no darles la suficiente relevancia para condenarlos, es una sociedad enferma, tan enferma como los propios autores. El maltrato a los animales es una aberración, sólo los seres humanos, algunos, encuentran placer torturando, y sólo los humanos son capaces de disculparlo o relativizarlo. En días así, la raza humana me da asco, y vivir en un país como el nuestro que permite la práctica impunidad, se me hace insoportable. Descansa en paz Tidus.

 

 

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