jueves, 16 de enero de 2014

100 años de soledad

Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo.

No, perdón, me he equivocado de historia. Empiezo de nuevo.

Muchos años después, frente al nuevo estadio, el aficionado valencianista había de recordar aquellos años de miseria a todos los niveles propiciada por los miserables que habían estado al frente del club.

Esta sí es la historia que quiero contar. Algún día, cuando los años hayan pasado y el tiempo vaya poniendo cada cosa y a cada uno en su lugar, estos años serán recordados como historia negra del valencianismo. Puede que los llamen 'Aquellos primeros años 2.000' o 'Los oscuros años de principio de siglo', o algo así. Desde que el VCF dejó atrás una sequía de 30 años sin ganar una Liga, y cuando ya creíamos definitivamente superada la mediocridad de los 90 y vuelto a la pelea por los títulos, a ser un club potente, serio y orgulloso, con un estadio nuevo, espectacular y radiante, y un futuro maravilloso por delante lleno de éxitos, nada podía hacernos pensar en el merder que vendría después. Tras aquellos magníficos pero efímeros buenos tiempos han venido años de absoluta miseria social y deportiva, propiciada por dirigentes inútiles en el mejor de los casos, mezquinos e interesados en la mayoría. Años de profundo hastío para el aficionado, harto de ver cómo desde todos los ámbitos, y sobre todo desde dentro, se mangoneaba al club de sus amores pisoteando la historia y el orgullo. Puede que algún día recordemos esta época incluso con cierta añoranza, porque han sido años intensos de alguna manera, pero será en realidad un recuerdo muy amargo.

Ahora, esos tristes años que la historia llamará no sé cómo, están a punto de acabar. Podemos ir a mejor o a peor, pero creo que solo podemos mejorar, tan bajo hemos caído. Empieza una nueva era. Pero antes, la antigua va a acabar a lo grande, con un episodio final de luchas, peleas y navajazos por el poder, como en las grandes historias épicas, con un acto final apoteósico y sorprendente, como no podía ser menos.

Sea como sea, que acabe ya, de una vez, por dios. Que acaben ya lo que me han parecido eternos 100 años de soledad. Y aunque el VCF definitivamente ya nunca pueda ser nuestro, al menos podrá ser de todos.

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